De cada cinco personas que vivimos en España, una ha venido de fuera. Ellos, los migrantes, han transformado la sociedad española, y por tanto, también nuestras diócesis, parroquias y comunidades eclesiales.
La gran mayoría lleva más de diez años con nosotros y se encuentra fuertemente arraigada en nuestro país. Incorporándose a nuestro esfuerzo, suman una aportación valiosa y necesaria de la que dependemos.
Pero este arraigo en nuestra sociedad y su contribución no siempre se corresponde con una equiparación socioeconómica como la obtenida por la población autóctona. Las personas migradas sufren mayores índices de desempleo o subempleo, acceden con más trabas a las políticas sociales y sufren mayor vulnerabilidad social.
Sin embargo, una mirada creyente permite acoger la valiosa contribución de las personas migradas a nuestra sociedad y a nuestra Iglesia:
- aportan su trabajo para el desarrollo de nuestro país.
- nos enriquecen como personas por su alegría, perseverancia, austeridad.
- nos refrescan la presencia de Dios despertando en nosotros el ansia de justicia, caridad y paz que hay en el corazón de todo ser humano.
Ellos favorecen al crecimiento de la comunidad: en el encuentro con ellos se nos da la oportunidad de crecer como Iglesia, de enriquecernos mutuamente.
La migración supone para la Iglesia un desafío particular: a cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia.
La migración supone para la Iglesia un desafío particular: a cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia.
¿Cómo lo hacemos?
Acoger, proteger, promover e integrar. Estos cuatro verbos articulan la respuesta pastoral de la Iglesia hacia las personas migradas y refugiadas. Cuatro verbos que se hacen acción en los 119 centros específicos con los que cuenta la Iglesia para atender a los migrantes. Según los datos de la última Memoria anual de actividades de la Iglesia Católica en España, en 2022 se consiguió ayudar a 90.214 personas.
Estos centros están orientados a la acogida, con servicios para la atención social, la orientación laboral y el asesoramiento jurídico; además de los pisos de acogida y el acompañamiento en los centros de internamiento para extranjeros. También se promueven encuentros de formación y sensibilización. Además de información, orientación y apoyo social que les facilite el acceso al mercado laboral o a una vivienda.
¿Dónde están estos centros?
“Buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor
PAPA FRANCISCO
y desean crear las condiciones para que se haga realidad”
Caminar juntos
Cuando hablamos de Migrantes, hablamos de la realidad de una de cada cinco personas que vivimos en España, como recuerda la Exhortación apostólica “Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con migrantes”, que aprobó la Asamblea Plenaria el pasado mes de marzo. Un documento con el que la Conferencia Episcopal Española quiere actualizar la identidad y el marco de referencia de la pastoral con personas migradas.
Porque en ese acoger, proteger, promover e integrar no solo está la acción social de la Iglesia, que se materializa en los centros de atención a las personas migradas. También está el reto de hacer una pastoral donde la diversidad en armonía sea el modo de caminar juntos. Está la tarea de promover, con quienes ya viven entre nosotros y los nuevos vecinos o hermanos, comunidades acogedoras y misioneras.
La migración supone un desafío particular por las dimensiones y por la situación de dolor que encierra. La integración, que no asimilación, en la Iglesia es uno de los signos de los tiempos eclesiales más claros. En el encuentro con las personas migradas se nos da la oportunidad de crecer como Iglesia, de enriquecernos mutuamente.
Proyecto «Hospitalidad Atlántica»
Otra apuesta es crecer en coordinación, misión compartida y trabajo en red. Así lo hacen los laicos, religiosos, religiosas y delegaciones de migraciones que participan conjuntamente en el Proyecto “Hospitalidad Atlántica” para fomentar recursos y espacios seguros a los migrantes que optan por estas rutas.
“Queremos que las personas puedan tomar
la decisión de migrar o quedarse”
Jesús Alberto González, laico y delegado de Pastoral de Migraciones de la diócesis de Tenerife, explica en qué consiste “Hospitalidad atlántica”, en el que participa España, en concreto las diócesis de Canarias, junto con 9 países más. Esta iniciativa comenzó a gestarse hace dos años. Los obispos apoyaron este proyecto, que tiene vocación de ser interdiocesano e internacional. Esta iniciativa surge del departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, apoyada también desde el Vaticano a través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
En la actualidad forman parte 10 países y 26 diócesis de Europa y África, con el objetivo de poner en comunicación a los países de tránsito y de destino, para así facilitar «espacios y recursos seguros» a las personas migrantes que optan por estas rutas.
“Queremos, además, – afirma Jesús Alberto- que a las personas migrantes les llegue información veraz en su origen, para que así sepan lo que se pueden encontrar en las fronteras y realizar el viaje con mayor seguridad. “Y que así, sean libres de tomar una u otra decisión. Que puedan optar por migrar o no”.
Otro eje importante, “que ya está muy avanzado”, es el de “salvar vidas”. Con este objetivo, para que tengan recursos e información y no sea tan peligrosa la ruta, han elaborado una guía de hospitalidad que podrá consultarse a través de una aplicación REFAID y una web RAEMH.
Así, “Hospitalidad Atlántica” está trabajando en red, con una comunicación cada vez mayor en entre diócesis y países. Una de las tareas concretas al llegar los migrantes a las diócesis es, la acogida y, concretamente, el aprendizaje del idioma, fundamental para encontrar un trabajo o empezar una nueva vida.
«En el proyecto de la Iglesia ahora sigo colaborando
como traductor de español para los nuevos que llegan»
Mamadou Aliou Ba es uno de los jóvenes que han llegado en patera a Tenerife por la ruta Atlántica. Senegalés, de 28 años, habla en español de su experiencia, idioma que aprendió con el proyecto Sansofe, impulsado por la delegación de Migraciones de la diócesis de Tenerife.
Este joven relata las numerosas dificultades por las que tuvo que pasar durante esta travesía. Mamadou explica que no fue nada fácil. Hambre, sed, miedo e incertidumbre ante la posibilidad de no poder desembarcar o ser rescatados.
A su llegada a Tenerife, estuvo los primeros cuatro meses en el dispositivo de acogida humanitaria para migrantes, conocido popularmente como campamento de Las Raíces, donde se ha montado un dispositivo de acogida en un antiguo acuartelamiento militar que gestiona la ONG ACCEM.
Después de esa etapa y hasta la actualidad se encuentra acogido en la Fundación que dirige el sacerdote diocesano José Félix Hernández, a quien todos llaman el Padre Pepe, de quien dice que “es muy buena persona y me ayudó en todo”. En este proyecto de acogida a migrantes africanos les ofrecen formación, orientación y acompañamiento, además de apoyo en la búsqueda de empleo.
Con toda esta ayuda, Mamadou ha podido quedarse en nuestro país, donde lleva desde octubre de 2023. Sigue colaborando como voluntario con el proyecto Sansofe de la delegación de Migraciones de Tenerife apoyando a nuevos chicos que llegan sobre todo en tareas de traducción.
«A los que llegan en patera les damos una familia»
La religiosa María Teresa Villarino es una de las voluntarias que trabaja el proyecto Sansofe, donde llegan las personas migrantes una vez que están acogidos en los dispositivos de acogida humanitaria previstos por el ministerio que gestiona la ONG ACCEM. En estos momentos solo está operativo el dispositivo de acogida “Raíces”.
Los voluntarios de la delegación de misiones, tanto religiosos como laicos, contactan con las personas que están en estos campamentos y les ofrecen la posibilidad de participar en proyectos como Sansofe, donde desde el principio les dan un espacio de acogida en las instalaciones del seminario diocesano y algo fundamental: clases de español, para que puedan relacionarse y comenzar una nueva vida. Por ello, la Hna. María Teresa señala, emocionada, que es verdad que lo primero es acoger, pero “nosotros no nos quedamos con solo eso: les damos una familia”.
La religiosa subraya que además “con nuestra acogida y nuestro cariño de familia y con la forma se ser de todos los voluntarios, mostramos a estas personas que Cristo está presente”, apunta la religiosa de la Congregación Pureza de María, que tienen como carisma, precisamente, la educación de niños y jóvenes en cualquier contexto social.
Es verdad que lo primero es acoger, pero
Hermana María Teresa Villarino
“nosotros no nos quedamos con solo eso: les damos una familia”.