El mundo de las prisiones es pequeño, con dificultades, pero también con esperanza. En él, la Iglesia se hace presente para acompañar y anunciar un futuro con libertad.
Ellos no son distintos de nosotros. Nadie está libre de no acabar en prisión. Pero hay personas que ya nacen en entornos donde la violencia, la marginación, la prostitución, o la droga es su realidad.
Quienes viven en la cárcel no necesitan más juicios. Necesitan más ayuda, más compañía, más cercanía. Necesitan la buena noticia, que se hace visible cada semana con centenares de voluntarios, sacerdotes y laicos.Ellos también entran en la cárcel, pero para llevar la gran esperanza que trae Jesucristo de la liberación del pecado y de la muerte . Y también están en el momento de volver a la calle, para ofrecer caminos de acogida, de inserción y de acceso al mundo laboral.
Este compromiso de la Iglesia brota desde sus orígenes con un mandato explícito del Señor: “Estuve enfermo o en la cárcel y me visitasteis”.
Quienes viven en la cárcel no necesitan más juicios, necesitan la buena noticia, que se hace visible cada semana con centenares de voluntarios, sacerdotes y laicos.
¿Cómo lo hacemos?
«No cerrar la ventana, por favor, mirar siempre al horizonte, mirar siempre al futuro, con esperanza. Me gusta pensar en la esperanza como un ancla, ya saben, que está anclada en el futuro, y nosotros sostenemos la cuerda en nuestras manos y avanzamos con la cuerda anclada en el futuro: Decidámonos a comenzar cada día diciendo: «hoy es el momento oportuno», hoy, «hoy es el día justo» hoy (cf. 2 Co 6,2), «hoy empiezo de nuevo», ¡siempre, para toda la vida!». Son palabras del papa Francisco a las internas de la Casa de Detención Giudecca en su reciente viaje, el pasado mes de abril, a Venecia.
Para la Iglesia no solo se trata de acompañar a las personas que están en prisión. Se trata de mostrarles un futuro con esperanza. Se trata de que recuperen, además de la libertad, la dignidad.
La pastoral penitenciaria es «el ancla» de la Iglesia con los hombres y mujeres vinculados al mundo penitenciario. 2.191 voluntarios y 158 capellanes se ocupan y preocupan de las personas que se encuentran en los centros penitenciarios españoles. Pero también están cuando se abre la puerta de la prisión y no hay nadie al otro lado. Porque los muros de la cárcel, para algunos, se convierten en muros permanentes en la relación con las familias, amigos, entornos…
Por eso, la pastoral penitenciaria cuenta con 1.065 programas -860 dentro y 205 fuera de prisión– para la formación, la reinserción y la prevención.
En datos:
“Pienso en los presos que, privados de la libertad, experimentan cada día —además de la dureza de la reclusión— el vacío afectivo, las restricciones impuestas y, en bastantes casos, la falta de respeto”
PAPA FRANCISCO
Dentro y fuera de la cárcel
“Al salir de prisión la Iglesia me ha dado una familia”
Kike Vidal es el rostro de tantos presos que sienten la soledad al salir de la cárcel. Él es es uno de los cinco acogidos, en periodo de reinserción, en un piso que ofrece para este fin la diócesis de Mallorca. En esta casa siente que su vida puede cambiar y tiene ya la mirada puesta en el futuro. Los voluntarios que trabajan en este proyecto de Pastoral Penitenciaria de Mallorca le acompañaron desde su salida de la cárcel. Debido a la carencia de alojamiento y a su precio imposible de asumir, sin esta ayuda se hubiese convertido en uno más en la lista de los sinhogar y posiblemente sería un reincidente.
“He salido de prisión hace nada y he sido acogido totalmente en esta familia. Te da la oportunidad de cambiar tus penas, que son muchas, tus angustias, por algo más positivo, por algo que te encauce. No solo en el camino de Dios, que tú lo escoges, sino en el camino de la vida real. Nos dan las responsabilidades cotidianas de una casa y esto es una forma de sentirme valorado frente a la vida”, explica agradecido Kike Vidal.
Por suerte, pudo instalarse en esta “unidad dependiente” que atiende a 5 internos en situación de tercer grado. Esta Unidad se encuentra inserta en el Espai Sojorn, un espacio habitacional para unas 45 personas en una parroquia del extrarradio de Palma. El régimen de este espacio es el de una comunidad en la que todos colaboran activamente en la organización, cuidado, mantenimiento…La finalidad que se busca es la reinserción familiar y laboral.
De esta forma, este espacio se convierte en un primer nivel de inserción, donde empezar una nueva vida “normalizada”, dejando atrás lo que ha sido un paréntesis en su vida, donde no ha tenido que decidir, se le han pautado todos sus momentos, no ha tenido que afrontar riesgos y responsabilidades, se le ha dado todo hecho.
Por ello, los voluntarios que se encuentran trabajando en este proyecto cuentan que “si verdaderamente entrar en prisión supone un drama personal y familiar, no siempre salir supone una liberación. Si cuando se entra muchos sienten miedo, a la salida lo vuelven a sentir ante la realidad adversa que les espera. Por eso, necesitan acompañamiento en la salida. Y lo primero es un lugar donde vivir y aprender a moverse en la sociedad”.
“Actualmente consideramos prioritario el acompañamiento a la salida en libertad”
Desde la Pastoral Penitenciaria de Mallorca indican que en prisión se entra normalmente acompañado por las fuerzas de seguridad. No así en la salida. Además, quien peor sale es el pobre, el extranjero, el más vulnerable. Estos salen con lo puesto y a menudo sin hogar donde alojarse, sin trabajo, sin el subsidio de excarcelación, pues se acaba de iniciar su tramitación, en ocasiones sin conocer el entorno, con la documentación caducada, sin medicación… entre otros problemas.
Los voluntarios ofrecen su acompañamiento cuando un interno sale en estas condiciones. “Actualmente consideramos prioritario el acompañamiento a la salida en libertad”, explican desde el equipo de voluntarios de Pastoral Penitenciaria de Mallorca.
“Acompañamos en el momento de su entrada a prisión. Pero también en la salida, donde les damos la mano en su proceso de adaptación, de asunción de su responsabilidad, de aceptar medidas de tratamiento… Todo es un mundo para ellos”.
La Pastoral Penitenciaria de Mallorca, en su pretensión de servir a los privados de libertad y a sus familias, como en la mayoría de las diócesis, dispone de un numeroso y variado grupo de voluntarios, que junto a un religioso mercedario, dos religiosas y otro capellán y delegado episcopal, llevan a cabo programas y actividades concretas en el Centro Penitenciario y en Centro de Inserción Social.
“Acompañamos en el momento de su entrada a prisión. Pero también en la salida, donde les damos la mano en su proceso de adaptación, de asunción de su responsabilidad, de aceptar medidas de tratamiento… Todo es un mundo para ellos”.