Una de las preocupaciones de nuestro tiempo está ligada con la salud mental.
Los índices de personas atendidas en consultas psiquiátricas, de diagnósticos en edades muy tempranas, de suicidios… hacen pensar que las heridas del tiempo en que vivimos hacen mella en nuestra cabeza.
Entre las causas, el ritmo de vida que se nos exige o que nos hemos autoimpuesto, la pérdida de horizonte de sentido, el empujón de las redes sociales para alcanzar el éxito, la belleza, la buena imagen llevan a muchas personas a una carrera alocada por alcanzar unas metas que no son ni importantes ni imprescindible y que generan una gran tensión interior.
Además, esa tensión se afronta en muchas ocasiones en soledad. La desestructuración familiar, la pérdida de relaciones y de valores, las amistades líquidas que vienen y van no generan esa red de apoyo, de confianza que permiten afrontar las dificultades con serenidad.
La Iglesia busca atender las consecuencias que para la salud mental tienen todas esas circunstancias. En sus centros para la atención a las personas que padecen sufrimiento psicológico y emocional, las acoge y acompaña y lo hacen con el modelo de entrega y amor de Jesús de Nazaret.
Pero la Iglesia, también, trabaja en las causas. Crea comunidades de vidas en donde todos tengan nombre, historia, sentido. Busca crear comunidades acogedoras que ofrezcan un horizonte vital de crecimiento en el que la vida tenga sentido.
La Iglesia busca crear comunidades acogedoras que ofrezcan un horizonte vital de crecimiento en el que la vida tenga sentido.
¿Cómo lo hacemos?
«El primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de ternura». Son palabras del papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo de 2024. Unas palabras que definen como es la presencia de la Iglesia en el ámbito de la salud.
De esa cercanía se ocupan 18.921 voluntarios y agentes de pastoralque acompañan a 64.875 personas al mes en domicilios y a 96.664, en hospitales. Además, 2.831 parroquias cuentan con grupos de pastoral de la salud, según los datos de la Memoria anual de actividades de la Iglesia Católica en España 2022.
Dar esperanza en la tristeza
En esta labor pastoral que realiza la Iglesia en el ámbito de la salud está la atención a las personas que padecen sufrimiento psicológico y emocional. Una atención, que cada día se hace más necesaria.
El departamento de Pastoral de la salud, en su Campaña del Enfermo de este año, respaldaba con datos esta necesidad: España encabeza la lista de países que más ansiolíticos consumen, según el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud de 2022, del Ministerio de Sanidad.
Ante estos datos, la Iglesia quiere «dar esperanza en la tristeza» porque «para la Iglesia, la salud no sólo se refiere al cuerpo, sino sobre todo a la integralidad de la persona con todos sus componentes psicológicos, sociales, culturales, éticos y espirituales«, como recuerda el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
Autonomía para sus vidas
Desde su creación, en el año 1998, la Fundación El Buen Samaritano trabaja por la recuperación y la integración social, familiar y laboral de las personas con problemas de salud mental grave. Su director general, Diego Pulido, explica con satisfacción que la Fundación ha atendido a más de 1.200 personas con este tipo de enfermedades y a más de 2.500 familiares.
Ahora se encuentran celebrando el 25 aniversario y durante este recorrido, cuenta, han colaborado en la inserción laboral de más de 700 personas y en la formación de más de 750 profesionales socio-sanitarios. Además, ha proporcionado becas de alimentación y transporte a casi 800 personas y ha organizado un millar de actividades y campañas de sensibilización y colaboración.
Uno de los proyectos más novedosos de la Fundación El Buen Samaritano en estos momentos es un laboratorio para la producción de piezas 3D (Laboratorio 3DLAB). La directora del Centro de Rehabilitación Laboral de Arganzuela (Madrid), Esther Amador, indica “que personas con problemas de salud mental grave mediante esta capacitación laboral pueden descubrir otras facetas de sí mismos, con el aprendizaje de diseño y la impresión en 3D de diversos objetos, llegando a manejar esta técnica y conseguir después un empleo, como ya está sucediendo».
Estos chicos y chicas están realizando una colaboración en la comunidad de Madrid. Con la ayuda de la Fundación, a través de la formación que imparten, «estamos viendo que el porcentaje de empleo para ellos es muy alto”, subraya Esther Amador.
“La Fundación El Buen Samaritano me ayudó desde los comienzos con
ayuda psicológica hasta encontrar un trabajo con la formación que me dieron”
Uno de los beneficiarios de la Fundación El Buen Samaritano es Rubén, que lleva diez años recibiendo ayuda de la misma. Comenzó en el centro de formación psico-social de Carabanchel (Madrid). Realizó, en primer lugar, cursillos, actividades para gestionar sus emociones, para poder entender qué le sucedía y así poder tener una vida digna, a pesar de su enfermedad. La Fundación hizo que su vida tuviera mayor dignidad.
Rubén se siente agradecido a la Fundación El Buen Samaritano por tantas oportunidades que le han ofrecido y recuerda que “gracias a ellos encontré trabajo, que fui compaginando con estudios, pude hacer una formación profesional de asistente personal y estoy trabajando a jornada completa en este tema”. Todo un triunfo para él y para esta Fundación auspiciada por el arzobispado de Madrid.
“Sorprenden con la alegría que son capaces de asumir su situación y devolver el cariño que se les da”
Elisa Sánchez es hermana hospitalaria. Estudiando medicina realizó un voluntariado con enfermos mentales en Málaga y «ahí sentí que yo podía pertenecer a la vida religiosa. Ellos me rompieron los esquemas. Los enfermos te devuelven cualquier gesto de cariño que les hagas. Con su espontaneidad y sencillez aprendemos de ellos cada día”.
En la actualidad, Elisa está en el centro asistencial que tiene su congregación en Ciempozuelos (Madrid). Pero antes, estuvo destinada en la India, acompañando a enfermos mentales, en este caso a mujeres recogidas de la calle, «las más pobres entre los pobres, porque la enfermedad mental les priva de todo. Sin embargo, dentro de esa pobreza, más fuerte si cabe por su enfermedad, no perdían su alegría. Sorprenden con la alegría que son capaces de asumir su situación y devolver el cariño que se les da”.