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En Cañaveral se echa el Mayo

Fecha: 1 de May de 2024

El próximo viernes 3 de mayo se retomará en Cañaveral la tradición de “echar el mayo” en el día de la Cruz de Mayo.

Los niños adornan cruces de madera con flores, se las llevan a la Virgen de la Consolación en la ermita de San Roque, se la muestran, hacen una oración y recorren las calles del pueblo con los mayos yendo a todas las cruceros del pueblo, a saber, el de la Nora, el del Atrio y el del Cardal, a su vez, los niños van pidiendo dulces a los viandantes y a los vecinos que observan la comitiva pasar por sus puertas. Todo acaba en la charca del Cardal para “echar el mayo” al agua y jugar con ellos como si fueran barquitos o juguetes infantiles.

Todo esto se debe explicar, por lo que pasamos a describir la procedencia de la fiesta de las Cruces de Mayo. Esta celebración debió aparecer en la liturgia de la Iglesia cristiana como un trasunto o extrapolación del rito naturalista y pagano vinculado al culto a la naturaleza, a la fertilidad y a la vida, conceptos todos ellos referentes a la primavera, y asociados a ritos ancestrales que ya celebraban los romanos en honor de Flora y la diosa itálica Maya, deidades que venían a personificar el crecimiento de la vegetación, la exuberancia de la primavera y la fertilidad de la tierra.

Con la expansión del cristianismo, y al igual que debió suceder con otros ritos, como pudiera ser el de las candelas, la Iglesia sustituyó el culto al árbol-mayo pagano, por el culto al árbol-cruz, dotado de un contenido y significado distintos, vinculados a partir de entonces a la doctrina cristiana. A pesar de esta nueva lectura de estas ceremonias, en muchos lugares cobijaban costumbres paganas que disgustaron al rey Carlos III, quien mediante Cédula Real, en 1785 ordenaba que ninguna persona sea del estado que fuese, se presente y vista de Maia, ni ande con platillos pidiendo, ni los padres ni otras personas permitan a sus hijos que usen de tales trajes, y que tampoco formen altares en las calles, portales ni otros sitios profanos, pues con semejante pretexto se molesta a las gentes con petitorias o demandas.

En este sentido, afirma González Palencia en LA MAYA. NOTAS PARA SU ESTUDIO (1944), que en el siglo XIX se había perdido la costumbre de levantar el altar a la maya, solamente, como resto de aquella tradición, en los primeros días de mayo multitud de niños y niñas con una cruz de madera, recorrían las calles y pedían a los transeúntes.

La fiesta de la Cruz, hemos de entenderla, por tanto, como el resultado de una compleja evolución derivada de la fusión de ancestrales ritos y costumbres paganas vinculadas a la primavera y principios religiosos pertenecientes a la doctrina cristiana; el pueblo, siempre sabio y atento, supo acoger una fiesta nueva, la religiosa y sagrada, que tenía mucho que ver con su fiesta ancestral y pagana.

Todo lo hasta ahora expuesto son generalidades derivadas de teorías más o menos discutibles, aspectos muy comunes vinculados a celebraciones paganas propias de la primavera que con muchas variaciones debieron pervivir y mantenerse en numerosas localidades de España y Extremadura donde hoy se celebran las CRUCES DE MAYO.

En Cañaveral de la provincia de Cáceres (Extremadura), sumándose a todo lo descrito, los niños salen con la cruz floral “El mayo” por las calles del pueblo, de crucero en crucero. Los vecinos gratifican a los niños con dulces, e incorporan una peculiaridad que sólo conocemos en esta villa, una costumbre a la que denominan “echar el mayo”. Esta consiste en que después de recorrer las calles con las cruces floridas de mayo “el mayo”, todos los participantes se dirigen a una charca del pueblo, llamada “el Cardal” o al pilón del Arquillo, para “echar el mayo” en el agua y jugar con él, cual si fuera un barco de juguete.

El significado intrínseco de esta costumbre radica en contemplar la “Cruz gloriosa” de Jesucristo en tiempo de Pascua. La cruz es el camino para llegar a la Resurrección. De ahí que se adorne con las flores, rompiendo el sentido cruento del patíbulo de sufrimiento que fue la cruz, pues de ella se saca el fruto de la vida, evocado en este engalanamiento floral. La cruz no aparece como instrumento de tortura, sino como trampolín para alcanzar la vida eterna, la victoria sobre la muerte. Por eso se anuncia por las calles la buena noticia de la glorificación del Hijo de Dios por su Resurrección.

Por ser mayo, mes de la Virgen, la cruz floral se muestra a María como prenda de salvación acicalada por los colores de los pétalos y aromatizada por el perfume de cada flor. De este modo María la contempla como altar de esperanza y aroma de amor eterno, quita de su vista toda referencia cruel presentándosela como algo bello y atractivo.

Todos somos herederos de la suerte de Jesús gracias al bautismo. Por el agua hemos dejado el hombre viejo y nos hemos incorporado al hombre nuevo, nacido del agua y del Espíritu. Siguiendo las palabras de Jesús: “Y Jesús les dijo: La copa que yo bebo, beberéis; y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado” (Mc 10, 39), refiriéndose a la muerte de los Apóstoles como mártires. Nosotros, en cambio, seremos bautizados incruentamente por la misericordia de la Cruz, pues de ella brotó el agua que nos exime de pagar por nuestra culpa, tal como dice la escritura: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua” (Jn 19, 34). Jesús cargó con nuestro pecado para liberarnos con el perdón y nos consiguió la vida eterna, tal como también profetizó Isaías 53, 4ss: “Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz, para que nosotros podamos estar muertos al pecado y vivir para lo que es recto. Por sus heridas, nosotros somos sanados”. Por eso las cruces se echan al agua, simbolizando con este acto la fuente de la cruz de la que brota la salvación, que nos llega por el sacramento del bautismo. La cruz, ya como algo inofensivo, es utilizada para que los niños jueguen con ella, porque de una herramienta de tormento pasa a ser un instrumento de juego. La cruz es la llave de la gloria rescatada para nosotros por Jesús.