
La comunidad parroquial de Santa Marina de Cañaveral en la provincia de Cáceres (Extremadura – España) se une con alegría al júbilo de la Iglesia universal por la elección del nuevo Sumo Pontífice, Su Santidad León XIV. El pasado 8 de mayo de 2025, el cardenal Robert Francis Prevost fue elegido como el 267º sucesor de San Pedro, adoptando el nombre de León XIV.
En su primera aparición pública desde el balcón de la Basílica de San Pedro, el nuevo Papa hizo una llamada a la paz, la caridad y la cercanía con los que sufren, destacando su deseo de una Iglesia abierta a todos.
La Parroquia de Santa Marina de Cañaveral, comprometida con la sinodalidad y la participación activa de todos los fieles, acoge con esperanza el inicio de este nuevo pontificado. El Párroco Miguel Ángel Morán Manzano y la comunidad parroquial expresan su disposición a colaborar en la construcción de una Iglesia más inclusiva y cercana a las realidades del mundo actual, con la esperanza de la paz, de la escucha, del diálogo para tender puentes, de la opción preferencial por los pobres y los marginados.
En palabras del párroco: «Recibimos con gozo al Papa León XIV y nos comprometemos a orar por su ministerio, para que el Espíritu Santo le guíe en su servicio a la Iglesia y al mundo, adaptando el evangelio de Jesucristo a la realidad de hoy».
La parroquia invita a todos los fieles a unirse en oración por el nuevo Papa y a participar activamente en la vida eclesial, siguiendo el ejemplo de comunión y misión que inspira el pontificado de León XIV como misionero.

Palabras del Santo Padre (completas)
¡La paz sea con todos vosotros!
Queridísimos hermanos y hermanas: Este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el buen pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entre en vuestro corazón, alcance a vuestras familias, a todas las personas, allí donde estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz sea con vosotros!
Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante, que proviene de Dios, de Dios que nos ama a todos incondicionalmente. ¡Todavía conservamos en nuestros oídos aquella voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco que bendecía a Roma!
El Papa que bendecía a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana del día de Pascua. Permitidme que dé continuidad a aquella misma bendición: ¡Dios nos quiere bien, Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá! Estamos todos en las manos de Dios.
Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, vayamos adelante: somos discípulos de Cristo, Cristo nos precede. El mundo tiene necesidad de su luz. La humanidad necesita de Él como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor.
Ayudaos también vosotros, los unos a los otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz.
¡Gracias al Papa Francisco! Quiero agradecer también a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser Sucesor de Pedro y caminar junto a vosotros como Iglesia unidad buscando siempre la paz y la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.
Soy un hijo de San Agustín, agustino, quien ha dicho: «Con vosotros soy cristiano y para vosotros obispo». En ese sentido podemos caminar todos juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado.
¡A la Iglesia de Roma, un saludo especial! Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre abierta a recibir, como esta plaza, con los brazos abiertos a todos, a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra caridad, de nuestra presencia, del dialogo y del amor.
(En original, en español) Y si me permiten también, una palabra, un saludo a todos aquellos…, y en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo.
A todos vosotros, hermanos y hermanas de Roma, de Italia, de todo el mundo: queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre ser cercano, especialmente, a aquellos que sufren.
Hoy es el día de la Súplica a Nuestra Señora de Pompeya. Nuestra Madre María siempre quiere caminar con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y con su amor.
De este modo, querría rezar junto a vosotros. Recemos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo y pidamos esta gracia especial a María, nuestra Madre.
Dios te salve, María.